
La luz que imaginamos
All We Imagine as Light
Kani Kusruti, Divya Prabha, Chhaya Kadam, Hridhu Haroon
- 117 min.
En Mumbai, a rutina da enfermeira Prabha altérase cando recibe un agasallo inesperado do seu marido, do que está distanciada. A súa nova compañeira de cuarto, Anu, tenta en balde atopar un lugar na cidade para ter intimidade co mozo. Unha viaxe a unha vila costeira permítelles achar un espazo para que os seus desexos se manifesten.
- Ano:2024
- Países de produción: Francia, Holanda, India, Luxemburgo
- Guión: Payal Kapadia
- Fotografía: Ranabir Das
- Montaxe: Clément Pinteaux
- Produtora(s): Petit Chaos, Another Birth, Chalk and Cheese Films, Les Films Fauves
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“La luz que imaginamos”: Entrevista con Payal Kapadia
Eva Peydró (El Hype)
Trailer
VOSE
Crítica do filme
Carlos F. Heredero (Caimán. Cuadernos de cine)
Exploración meditativa y lírica en los entresijos de la soledad y la comunicación entre las calles tumultuosas de Mumbai, el primer largometraje de ficción dirigido por Payal Kapadia (cineasta india de 38 años, directora del valioso documental A Night of Knowing Nothing) se presenta ante nosotros como una delicada y preciosa figurita de arena que se fuera a desvanecer apenas la rocemos con la yema de los dedos. Su tapiz impresionista de Mumbai atrapa entre sus vericuetos a tres mujeres prisioneras de sus circunstancias y de los códigos sociales que rigen su hábitat cotidiano, pero lo hace con los mimbres de una sinfonía urbana que, lejos de subrayar o ilustrar ningún discurso, se despliega –pudorosa y furtiva a la vez– en forma de capas, fragmentos y esquirlas que la cámara de la cineasta parece arrancar, casi sin proponérselo, al latir más íntimo de sus criaturas. Prabha y Anu trabajan como enfermeras en el hospital y viven en el mismo piso. Originarias del sur de la India, pero de medios sociales opuestos, comparten no solo el espacio común de la casa, sino también la frustración de sus anhelos amorosos por razones diferentes. Prabha se casó en un matrimonio arreglado por sus padres, y su marido, emigrante en Alemania, apenas ha vuelto a llamarla ni a ponerse en contacto con ella. Anu, más joven y decidida, está enamorada de un muchacho musulmán, pero su relación intercultural es un anatema inaceptable para sus padres y también para la familia y el entorno religioso del chico, por lo que viven su relación de manera casi clandestina. Un tercera mujer ya mayor, Parvaty, es desalojada de su casa casi a la fuerza por la especulación inmobiliaria asociada a la gentrificación.
Las tres mujeres encuentran un hilo común cuando se acompañan y se escuchan mutuamente, mientras la cámara de Kapadia las filma de manera pudorosa y captura sus más íntimos y dolorosos registros. Hay una poderosa dimensión documental en las imágenes que muestran las calles y los espacios de Mumbai por los que deambulan las protagonistas mientras, de manera intermitente, el off narrativo ofrece algunos diálogos entre ellas o los mensajes de texto y de voz que Anu y su novio se intercambian. Pero hay también una sensibilidad muy especial para capturar lo no-dicho, para filmar los roces, para dar forma a los anhelos, para dar cuenta de miradas tristes o melancólicas, de suspiros y destellos inadvertidos. En ese territorio, All We Imagine As Light está muy cerca de Wong Kar-wai: la ósmosis entre la ciudad y los sentimientos, entre los espacios y las emociones, es aquí también la materia con la que Payal Kapadia moldea su preciosa figurita de arena casi intangible, cuyo pálpito le pertenece en exclusiva al lenguaje propio del cine, pues está hecho de planos y de luces, de sonidos y de encuadres que, de pronto, de manera casi inadvertida, son capaces de ofrecer imágenes fugaces que hablan de un mundo entero, de comunicación y de soledad a la vez; imágenes tan conmovedoras como la de los dos amantes bajo la lluvia o la de las dos amigas en el metro, ellas solas, apoyándose una sobre la otra.
Sin ningún discurso explícito, sin ninguna tesis a demostrar, sin subrayados literarios, sin sermonear a sus espectadores, la película de Kapadia habla de sororidad femenina en voz casi susurrada, pero penetrante; y lo hace sin maniqueísmos estériles, otorgando a los personajes masculinos (igual de solos y de perdidos que las mujeres) la misma dignidad, la misma ternura y la misma fragilidad que la de las protagonistas; habla de barreras culturales y religiosas sin ponerse trascendente; habla de luchas irrenunciables, de esperanzas que reviven contra todo y contra todos. La voz de Kapadia, respetuosa y casi silenciosa, llega más lejos, es más sincera y más emocionante que la de todo el cine del griterío que hemos tenido que aguantar en este festival. Entre el ruido de la ciudad tumultuosa y abigarrada, la cámara se abre paso para ofrecer a Prabha, Anu y Parvaty la oportunidad de redescubrirse y de soñar con un futuro posible bajo las luces de un chiringuito playero, porque su creadora cree en su fuerza vital, en su capacidad de soñar el sueño que se merecen. No hay héroes ni víctimas en esta hermosa y conmovedora película. Solo hay seres humanos moldeados por una luz que ellas mismas llevan dentro aunque quizá no lo sepan. Un milagro del cine.