Nueve reinas
Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Brédice, Tomás Fonzi
- 114 min.
Nueve reinas propoñía o pracer que provoca unha historia armada con notable precisión sobre dous estafadores (interpretados por Ricardo Darín e Gastón Pauls), deses profesionais do engano que aparentan ser e facer certas cousas para obter algo de forma ladina, cunha trampa de elaboración non poucas veces sofisticada que a vítima non debe detectar. (…) sorprendía co seu final para moitos totalmente inesperado; pero para chegar a esa instancia vistosa e apaixonante non necesitaba cravarnos un puñal por detrás, nunca traizoaba a nosa fe no narrador. (Javier Porta Fouz)
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Fóra de serie
Nueve reinas
Versión lingüística:VOFormato:DCPPresenta: Javier Porta Fouz. Entrada de balde.
- Ano:2000
- Países de produción: Argentina
- Guión: Fabián Bielinsky
- Fotografía: Marcelo Camorino
- Montaxe: Sergio Zottola
- Produtora(s): Patagonik, Industrias Audiovisuales Argentinas S.A
Nueve reinas: la mejor película argentina sobre estafadores
Javier Porta Fouz (La Nación)
(…) Pensamos y apostamos, con un optimismo que se revelaría con ingenuidad, que esta maravilla de fluidez y gracia, de confianza en la seducción mediante una verdadera trama, de puesta en escena pensada al milímetro y sin embargo de trazo aparentemente liviano, que simulaba haber sido hecha con la facilidad con la que se respira en condiciones ambientales óptimas, que disfrazaba su ingeniería obsesiva con un ritmo tal que hasta nos podía hacer creer que se había filmado tan velozmente como transcurría ante nuestros ojos y oídos se convertiría en una película influyente, la más influyente, y con descendencia más o menos inmediata. Parecía sencillo: había que establecer un vínculo indisoluble entre este milagro inesperado y el corazón productivo y creativo del cine argentino y brindarle las mejores condiciones para la reproducción y el cuidado de sus nuevas películas, que nacerían con los genes de Nueve reinas. (…)
Nueve reinas tuvo una carrera que superó las expectativas, sostenida en buena medida en la recomendación de casi todos los que iban a verla. Fue una de esas raras películas que logran estirar el tiempo en que cae rápidamente su recaudación, y sostenía su éxito también porque los más incrédulos terminaban intrigados por tanta gente que la recomendaba con pasión, con alegría, con convicción, y finalmente claudicaban y pagaban la entrada para ver el fenómeno cinematográfico del momento. Muchos espectadores de la película no solían ver cine argentino porque consideraban que iban a pasar con toda seguridad unas horas de penitencia, alejadas de toda idea de placer.
Nueve reinas proponía el placer que provoca una historia armada con notable precisión sobre dos estafadores (interpretados por Darín y Gastón Pauls), de esos profesionales del engaño que aparentan ser y hacer ciertas cosas para obtener algo de forma ladina, con una trampa de elaboración no pocas veces sofisticada que la víctima no debe detectar. La película apostaba por un relato que aparentaba ser conducido por un personaje, pero que en realidad se estaba llevando adelante desde el otro. El personaje que creíamos el motor de la acción no era tal, y el que pensábamos que era el llevado, a veces incluso atropellado, por las circunstancias se revelaba como un alumno que superaba al maestro.
Y esa pirueta virtuosa la película no la hacía con artes de estafador sino con recursos de diversión –entendida también, claro, en su acepción de "distracción"– propios de la narrativa cinematográfica bien pergeñada. Nueve reinas sorprendía con su final para muchos totalmente inesperado; pero para llegar a esa instancia vistosa y apasionante no necesitaba clavarnos un puñal por la espalda, nunca traicionaba nuestra fe en el narrador. Se volvía a ver con placer al descubrir el trabajo en cada detalle que pudimos haber pasado por alto en la primera visión, y notábamos las pistas que Bielinsky nos dejaba ver si es que estábamos atentos.
Nueve reinas es, además, una película que no puede ni quiere renunciar a su pertenencia cultural porteña, a su lógica de bares, de locales abiertos a horas inusuales y de veredas bulliciosas como lugares posibles de encuentros a veces aparentemente azarosos, a veces –casi siempre, en esta película de truhanes– planificados con denuedo, detalle y dedicación. Esta obra maestra es una película argentina, procedencia probada con tantas marcas de origen que probablemente siempre nos quedará alguna más por descubrir e interpretar en cada nueva visión, que siempre termina siendo feliz al escuchar el "me acordé" sobre el comienzo de la canción "Il ballo del mattone".
Algunas de estas marcas de localía son la naturalización de la mentira como práctica cotidiana, la facilidad con la que Marcos (Darín) ha resuelto sus dilemas morales (mediante la simple y definitiva supresión), la subestimación de los poderes a los que uno se está enfrentando, que suele tener como resultado derrotas inapelables y dolorosas, la idea de salvarse con un golpe maestro basado en la astucia, el estar más despierto –más vivo– que los demás.
(…) Nueve reinas era también proféticamente argentina en el final del derrotero del sorpresivamente derrotado Marcos (Darín), impotente frente a un banco que cerraba sus puertas y el dinero que él creía que iba a ser suyo quedaba, de un plumazo, como una quimera inalcanzable. Un año después de Nueve reinas, la Argentina se encaminaba a la que sería la mayor crisis económica de su historia.