Documenteur
Sabine Mamou, Mathieu Demy
- 64 min.
Varda reflexiona sobre o proceso de alienación e marxinación dunha muller divorciada recentemente chegada a Los Angeles co fillo de 8 anos. Documenteur usa moi distintas convencións do cine de ficción e non ficción na súa exploración das relacións entre as persoas e a cidade.
- Ano:1981
- Países de produción: Estados Unidos, Francia
- Guión: Agnès Varda
- Fotografía: Nurit Aviv, Affonso Beato, Bob Carr
- Montaxe: Bob Gould, Phillip Linson, Sabine Mamou
- Produtora(s): Ciné-Tamaris
Documenteur: el dolor ante la ausencia del cuerpo amado
Inma Merino
Mur murs, aunque muchos de los murales filmados reflejen el sentimiento de extranjería y de exclusión de parte de sus habitantes, es la cara extrovertida y más o menos luminosa de la experiencia de Agnés Varda en Los Angeles en un período en que, instalada en una casa próxima a la playa de Venice, se estaba separando de Jacques Demy. La otra cara, siendo su complemento y su contrapunto introvertido y sombrío, es Documenteur, un título ciertamente ambiguo. No se trata precisamente de un documental, género ejercido por la cineasta de una manera libre con la que siempre ha cuestionado que se presente como portador de una “verdad”, sino de una ficción que, con la “mentira” implícita a ella, no deja de ser un documento del estado de la materia filmada y del cuerpo que la filma. La protagonista (Émilie) es una mujer recién separada que, siendo interpretada por la montadora Sabine Mamou, Varda reconocia como otra de “ella misma” en un momento de crisis. Esta mujer, que tiene un hijo encarnado por el propio hijo (Mathieu) de la cineasta y de Demy, es una extranjera en Los Ángeles, donde trabaja en la producción de un film. A través de un comentario en off más poéticamente introspectivo que narrativo –escrito por Varda bajo la influencia de Nathalie Sarraute y del ensayo Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes– y de la tonalidad malva y crepuscular de sus imágenes, Documenteur transmite el dolor y la separación de la ausencia. “Hay una palabra incrustada: la palabra dolor; es un parásito, un mal blanco, un tormento”, dice la voz de la propia Varda expresando el estado de Émilie y de alguna manera de sí misma. Un estado vivido con extrañeza: “Esta mujer con el rostro sin risa y los ojos perdidos soy yo, sin duda, pero no me reconozco en ella”. Separada de su amado, Émile se siente exiliada entre los otros hombres sintiendo la nostalgia del ausente: “¿Qué puede decirse del cuerpo de un hombre que he amado? Ahora quiere decir dolor”. También piensa en la nueva significación de las palabras: “El de algunas se ha perdido: mesa, calor, juntos. Solo quedan soledad, separación, ausencia”.
Inma Merino, extractos da publicación que acompaña a edición en BR do 'Universo Agnès Varda' (ed. Avalon, 2024).