Todd Haynes
Do 7 de decembro de 2000 ao 13 de xaneiro de 2001
Son muy contadas las ocasiones en las que se puede calificar a un creador como seminal. De hecho, algunas de las veces que se ha aplicado este epíteto a alguna personalidad no ha dejado de ser una mera exageración que no venía al caso. Respecto a la figura de la que este libro se ocupa, la de Todd Haynes, se habla de una excepción clara a la gratuidad con la que se ha aplicado este término.
Porque Todd Haynes ha creado películas novedosas que han supuesto la apertura de nuevos caminos en el Séptimo Arte. Inicio de técnicas (muñecas interpretando personajes reales, como en Superstar), inicio de movimientos (o lo que fue Poison para el New Queer Cinema), o inicio de temas a tratar (el glam por fin visto en cine a través de las imágenes de Velvet Goldmine) son algunos de los ejemplos que se pueden citar a la hora de apoyar esta premisa.
Llama mucho la atención que un director con un currículum tan, aparentemente, escaso como el que presenta Haynes, cuente con un prestigio y un reconocimiento tan grandes en la industria del cine como los suyos. Pero es que, los que se acerquen a su obra, encontrarán fácil reconocer el inmenso valor que tienen sus trabajos.
Haynes afirma que sus primeros escarceos con el cine le vienen desde que, en su infancia, sus padres le acercaron a sus primeras películas. Algo mágico encontraba en aquellos trabajos que le animaban y empujaban hacia su lado más creativo. Un lado de lo más complejo ya que no se limita tan sólo al cine.
La pintura, las artes escénicas y la escritura son algunos otros de los campos por los que Haynes se pasea. Y lo hace con la soltura y la maestría del que ha sabido encontrar el sentido artístico de los primeros garabatos esbozados. Por otro lado, es incapaz de autoimaginarse dedicado tan sólo a una de esas facetas. Entre todas ha sabido encontrar unos puntos de enlace que las enriquece entre sí.
Así, mientras en la infancia se dedicaba a montar producciones teatrales para después de la cena con los miembros de su familia, también pintaba y alimentaba las imágenes que le acudían a la mente. Una serie de escenas que más tarde hemos visto retratadas en sus películas.
Sus primeros escarceos dentro del mundo del cine datan de la época del instituto. Con un pequeño equipo, con el que pretendía emular a la industria de Hollywood, rodó un primer cortometraje que llevaba por título The Suicide. Aunque evidentemente muy primitivo, las fuentes de las que luego se ha ido alimentando Haynes ya aparecen en este trabajo. Situaciones de ostracismo social, difícil vida familiar, ansia de autoeliminarse, un protagonista que se siente rechazado. El tipo de historia oscura que a Haynes más fascina.
También comienza en ese momento su extraña relación de amor-odio con el cine. La larguísima post-producción de este corto empezó a minarle las ganas de continuar en una profesión de la que ya intuía le iba a exigir una entrega excesiva. Una actividad artística que no se limitaba a recluirse en una oficina y que se podía dejar de un día para otro sin que molestara más. Al contrario, conociendo su propio nivel de exigencia personal y su forma de entender el arte, Haynes sabe, en cada trabajo, que se va a dejar la piel. Que una parte importante de sí mismo se queda con cada nuevo título.
La primera ocasión en la que el público se fija en el fenómeno Haynes es con el rodaje de Superstar. Un mediometraje filmado para televisión en el que, en lugar de utilizar actores, se recrea la historie de Karen Carpenter con muñecas Barbie. El choque que provoca este encuentro es tal que todos los espectadores quedan fascinados.
The Carpenters había sido un dúo fundamental en el panorama musical estadounidense de los sesenta. Una de esas formaciones que gustan tanto a padres como a hijos y les ayuda a su convivencia por encontrar algo moderno que les entusiasma por igual. La tragedia apareció al conocerse que Karen Carpenter, la chica del grupo, había muerto víctima de la anorexia, presa de su éxito.
El utilizar para esta historia tan terrible una muñeca-icono como la Barbie, anoréxica en su propia concepción, fue una técnica que pasó de recibir unas risas iniciales por lo novedoso a las lágrimas amargas que provocan una historia tan terrible como real.
Se había dado un primer paso y el nombre de Todd Haynes comenzaba a circular entre la gente de la profesión. Se había creado una expectativa que vio confirmada su razón de ser ante la presentación del primer largometraje que venía bajo esa misma firma. Pero no se debe olvidar que también aquí Haynes tuvo un amargo trago cuando, ante la demanda presentada por el otro cincuenta por ciento de The Carpenters, tuvo que retirar del circuito comercial la cinta.
Poison será siempre recordada como la primera película que dio paso al género que se dio en llamar el New Queer Cinema. Un movimiento de breve vida en el que confluyeron diversos cineastas norteamericanos y con el que se dejó ver que lo gay no tenía por qué recibir un tratamiento especial, que el nivel al que debía ser tratado se equiparaba totalmente con el resto de los temas que hasta ese momento eran aceptados por la sociedad.
Pero Poison es un viaje duro, un recorrido difícil por los entresijos de la mente. Dividido en tres capítulos, Poison resulta un puzzle complejo que desnuda a muchos espectadores frente a sí mismos. Ejercicio que pese a lo duro, muchos han sabido agradecer.
Influencias como la importancia de los media en el mundo de hoy en día, el terrible tratamiento que estaba recibiendo el sida como plaga de importancia capital y la influencia que Jean Genet ha tenido en el mundo de la cultura conformaban y estructuraban cada episodio.
Su presencia en el Festival de Sundance supuso definitivamente un antes y un después en la carrera de Haynes. La promesa se había cumplido y el que se tenía enfrente ya no era un joven estudiante de cine que presentaba su trabajo de fin de carrera sino una primera película que removía y replanteaba los principios que habían regido el Séptimo Arte hasta ese momento.
Otra característica de la carrera de Haynes también se dio a conocer en ese momento. La preparación exhaustiva con la que se entrega a cada trabajo hace que pase bastante tiempo entre título y título. Sin olvidar que cada uno de ellos no es, en ningún caso, continuación directa de lo filmado anteriormente.
Dottie Gets Spanked es un cortometraje que le solicitó un canal televisivo. Curiosamente, pese a esa característica de ser un trabajo de encargo, el resultado es una cinta muy personal que el propio Haynes define como la más autobiográfica de su carrera. No por que él haya sido azotado en su infancia, como alguno querría adivinar, sino por la circunstancia de describir la vida de una familia suburbana.
Dottie también tuvo una gran recepción e incluso se llegó a proyectar en canales nacionales. Lo cual es una gran ventaja, especialmente si se tiene en cuenta que en este trabajo se siguen encontrando los mismos temas recurrentes a los que Haynes se aproxima una y otra vez, siempre con distintos matices, normalmente con nuevas añadiduras.
Sigue la carrera de este artista y el siguiente trabajo que presenta es hijo directo de su asimilación del movimiento feminista. Safe supuso distintos logros, entre ellos: el descubrimiento definitivo de la genial Julianne Moore, protagonista absoluta de esta cinta; la creación de un personaje femenino, no juvenil sino maduro, presente en prácticamente el cien por cien de la duración de la cinta; y el poner delante de la cara de todos los que habitamos el mundo de hoy que los males que nos aquejan, por muchos nombres que les queramos aplicar, siguen siendo los mismos y terribles dolores que provocan la soledad, la falta de autoestima, la inseguridad.
Aunque el éxito de Safe se limitó al obtenido de cara a la crítica y a su reconocimiento en la profesión (la taquilla, como es habitual, ignoró su presencia), ya no quedaba duda alguna. Todd Haynes es un director atrevido, un creador que consigue encauzar parte de los universos personales por los que se pasea en sus películas.
Llamó también poderosamente la atención el hecho de que un hombre, sea su tendencia sexual la que sea, comprenda tan profundamente el universo femenino. Que la posición en la que sitúa a su protagonista, la inefable Carol/Julianne, sea tan perfectamente comprendida por el sexo fuerte (el femenino) que muchas mujeres encuentren en ella un retrato que las representa y las define.
Durante la promoción de Safe, Todd Haynes ya estaba imbuido por completo en la preparación y exhaustiva investigación de su próximo trabajo. Se vestía, pensaba, sentía y disfrutaba de la cultura glam. Por completo. No en vano estaba a punto de presentar la primera película que trataba, de una vez por todas, el tema del glam-rock.
Este movimiento, que en España también fue conocido como el gay rock, había contado hasta ese momento con leves escarceos de aparición en pantalla, aunque nunca había sido tratado desde la importancia musical que tuvo por sí mismo. Títulos como Performance, de Nicholas Roeg, o, sobre todo, The Rocky Horror Picture Show, de Jim Sherman, presentaban personajes que funcionaban de forma acorde a la filosofía propalada por los miembros pertenecientes a este estilo musical que también supuso un estilo de vida.
Velvet Goldmine venía a llenar ese hueco que el cine tenía, esa deuda que se debía al estilo musical más visual que en la historia ha sido. Haynes, pese a no haber vivido en persona ese periodo, puso todos sus recursos a trabajar hasta obtener un fascinante guión en el que prima el elemento fundamental para conseguir un trabajo dignamente serio: la frivolidad fundamentada en la que se cimentó el glam.
Con la sombra de David Bowie presente a cada momento (su participación más directa no fue posible ya que éste argumentó que él estaba trabajando en un proyecto parecido), Velvet Goldmine contiene momentos reconocibles para aquellos que conocieron el movimiento desde cerca. O que lo han conocido con el tiempo.
Velvet Goldmine es un regalo visual que, con una deliciosa banda sonora cuidadosamente seleccionada, o compuesta, invita a vestirse en glitter, frivolizar en todos los asuntos de la existencia y lleva a comprender que, a veces, la mejor forma de ser tomado en serio es saber reírse de uno mismo.
También es el glam, movimiento nutrido del concepto de estrella, el que lleva a Haynes a trabajar por primera vez con auténticas estrellas del mundo del cine. Incluso Brad Pitt quiso participar en el proyecto. Algo especialmente arduo teniendo en cuenta que, desde el propio guión, están avisados de que lo que puede suponer el trabajar con Haynes puede ser tarea emocionalmente difícil.
En este trabajo, Haynes vuelve a unir dos iconos (en este caso, británicos) que hasta el momento nadie había relacionado. Afirma haber visto una conexión muy clara entre Oscar Wilde y el movimiento glam. Hipótesis que, desde la forma en que la cinta es presentada, convence al más pintado. Realmente sale uno con la impresión de que Wilde fue un visionario que supo ver que en un futuro no muy lejano las estrellas estarían encarnadas por seres humanos y no solamente por corpúsculos espaciales.
Todd Haynes está en este momento trabajando en la preparación de una nueva película que comenzará a rodar en el verano del 2001. Por fin, según afirma, va a poder realizar el homenaje a todos esos melodramas de Douglas Sirk que tanto le impactaron en su adolescencia. Claro que, viniendo de las manos de este hombre, no cabe duda de que el trabajo melodramático que nos presente dará mucho, pero mucho que hablar.
Tras la promoción completa de Velvet Goldmine, Todd Haynes volvió a sufrir una de las crisis que empiezan a serle habituales en su matrimonio con el cine. Esta le llevó a cambiar su lugar de residencia de Nueva York a Portland (Oregon), donde ha remozado su existencia habitual y donde está recuperando su afición por la pintura, o tocar la guitarra.
Ante el homenaje que este año le rinde el Festival Internacional de Gijón, afirma que le viene en un momento perfecto para echar una mirada hacia atrás y hacer un balance más certero de lo que hasta ahora ha sido su carrera en el mundo del cine. Reflexión que sin duda le llevará a resultados geniales de los que seguiremos disfrutando.
Atención, género del melodrama, un creador está a punto de reinventarte.
Manuel Lechón, na introdución de Todd Haynes. El creador seminal (Festival de Cine de Gijón, CGAI, Institut Valencià de Cinematografía, 2000).
En colaboración con: Festival Internacional de Cine de Gijón e Institut Valencià de Cinematografía ‘Ricardo Muñoz Suay’.