
Centenario Marcello Mastroianni
Del 2 de mayo de 2025 al 14 de junio de 2025
La filmografía de Marcello Mastroianni, 160 películas en más de 50 años de carrera, refleja la evolución del cine italiano, europeo y mundial de la segunda mitad del siglo XX. Su talento y carisma brillaron con esplendor en muchas películas fundamentales de ese periodo. Fue el indiscutible protagonista en algunas de las obras más representativas de los directores italianos que encabezaron el cine de autor: La dolce vita (1960) o Fellini 8 ½ (1963), de Federico Fellini; La noche (1961), de Michelangelo Antonioni; Noches blancas (1957) y El extranjero (1967), de Luchino Visconti; y Matrimonio a la italiana (1964) o Los girasoles (1970), de Vittorio De Sica.
Pero también trabajó para el magnífico plantel de directores que, aunque menos célebres, fueron decisivos para colocar a Italia al frente de la industria cinematográfica en Europa, como, entre otros, Mario Monicelli en Rufufú (1958), Marco Ferreri en La gran comilona (1973), Marco Bellocchio en Enrique IV (1984), y Ettore Scola en Una jornada particular (1977). Y destacados directores europeos también contaron con él, como Nikita Mikhalkov en Ojos negros (1987), Manoel de Oliveira en Viaje al principio del mundo (1997), Theo Angelopoulos en El paso suspendido de la cigüeña (1991) o Agnès Varda en Las cien y una noches (1995).
Pocos actores pueden presumir de una carrera con títulos como los mencionados. Pero presumir no era su estilo. “Después de todo”, explicó en una ocasión, “¿acaso es posible hacer siempre películas buenas? Si sólo hubiese hecho películas buenas tendría miedo de mí mismo. Eso es un privilegio de los santos; los santos, los héroes, no se han equivocado jamás. Aparte de que a mí los santos y los héroes me resultan antipáticos”. De hecho, sus mejores personajes no solían ser ni héroes ni santos. En los márgenes del cine de autor o en los del cine más popular, Mastroianni prefería interpretar a gente sencilla e imperfecta, alejada, por otra parte, de ese arquetipo de latin lover al que su imagen se redujo demasiadas veces.
Mastroianni dejó bien clara su filosofía al referirse a uno de sus dramaturgos favoritos: “Tal vez amo a Chéjov de un modo tan especial porque sus personajes y sus historias se asemejan a la vida. O tal vez porque conectan mejor con mi naturaleza, incluso con mi naturaleza de actor. Me gusta ese pequeño mundo humilde, poblado de personajes perdedores, pero llenos de entusiasmo, de sueños, de ilusiones”.
Con la colaboración de

Marcello, una vita dolce

La senda de la esperanza

La novia del pirata

Rufufú

Fellini 8½
