
La infancia desnuda
L'enfance nue
Marie-Louise Thierry, Michel Terrazon, Raoul Billerey, Maurice Coussonneau, Pierrette Deplanque
- 83 min.
Primer largometraje de Pialat y en la que ya muestra su personal perspectiva, un retrato sin disimulos de la infancia, observada sin nostalgia ni idealización a través del relato de la vida de François, un niño de diez años que pasa por distintos hogares tras ser abandonado y confiado a los servicios sociales y que por momentos parece una copia de la niñez demoledora que soportó Jean Genet. Desgarrado y complejo film que muchos decidieron comparar a Los cuatrocientos golpes, pese a que el mismo Truffaut -al igual que Claude Berri- colaboró en la producción de esta pertinente ópera prima.
- Ano:1968
- Países de producción: Francia
- Guión: Arlette Langmann, Maurice Pialat
- Fotografía: Claude Beausoleil
- Montaje: Arlette Langmann
- Productora(s): Parc Film, Films du Carrosse, Renn Productions, Parafrance Films
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La secuencia de Carla Simón: ‘La infancia desnuda’
Días de Cine (TVE)
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El tiempo y el espacio desnudos
Aarón Rodríguez Serrano (El antepenúltimo mohicano)
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Crítica del filme
Rubén Redondo (Cine maldito)
Entrevista a Maurice Pialat en 1972
France Télévisions (original en francés con subtítulos en inglés)
“La infancia desnuda” de un hombre bruto
Samuel Douhaire (Télérama)
Pialat tuvo que esperar hasta los 43 años para rodar su primer largometraje. A esa edad, sus contemporáneos Truffaut, Godard y Chabrol ya eran cineastas consagrados, reconocidos y célebres. La injusticia que sintió Pialat (¿por qué ellos y no yo?) y la frustración acumulada durante todos esos años de espera se reflejan en La infancia desnuda (1968), una crónica de niños en régimen de acogida. Una película en estado de urgencia, una película furiosa. Contra la nueva ola que, según Pialat, no estuvo a la altura de las esperanzas que había suscitado. Contra un cine francés que le parece demasiado tímido y esclerótico. Contra la falsa visión de la infancia en la pantalla que rechaza no solo en las películas de Delannoy, sino también en las de Truffaut y Claude Berri. Irónicamente, los directores de Los 400 golpes y El viejo y el niño coprodujeron con su propio dinero la primera película de Pialat...
La infancia representada por Pialat está desnuda en dos sentidos. Está privada de reconocimiento, de un lugar en la sociedad, de amor paterno. Pero su retrato está exento de retórica compasiva, de buenos sentimientos y de belleza. François, el joven héroe, es la imagen de la película: tiene «buen corazón», es entrañable, pero es duro. Muy duro. Pialat no se preocupa de la psicología para mostrar a François (interpretado por el formidable Michel Tarrazon) tirando un gato desde el quinto piso, peleándose con otros chicos tan infelices como él, derribando una puerta con rabia... todos arrebatos en respuesta a la violencia emocional que él mismo sufre. Pero cuando registra el vínculo incipiente entre el pequeño y su abuela adoptiva, es desgarrador.
Pialat nunca ha ocultado que la realización de La infancia desnuda estuvo influida por su descubrimiento de los primeros cortometrajes de los hermanos Lumière. "En esas primeras películas", explicaba el director a la revista Positif en 1974, “hombres y mujeres captados por una cámara de la que no sabían nada renunciaban a un momento de su vida y, desde entonces, todos los actores han hecho lo mismo”. En la pantalla, estos individuos ya no eran ellos mismos, pero aún no eran actores. De escena en escena y de película en película hasta El chico (1995), Pialat intentó constantemente redescubrir esa magia de la primera vez, esa "transformación de lo sórdido en maravilloso, de lo ordinario en excepcional".
Para La infancia desnuda, filmó a antiguos mineros en sus casas de Lens y Hénin-Liétard, en el norte de Francia, encarnando papeles muy parecidos a los de sus propias vidas. El resultado es una ficción con un realismo ciertamente reconstituido, pero en ningún caso adulterado. Tan «real» (y probablemente más) que cualquier documental sobre el tema. Antes de rodar, pide al padre Thierry que le cuente sus recuerdos de la Resistencia, y luego que repita su historia ante la cámara. No importa si el anciano tartamudea o vacila: la escena, una de las más conmovedoras de la película, es uno de los testimonios más bellos de la Segunda Guerra Mundial vista desde abajo. Pialat aplica el mismo principio al montaje. Elimina escenas enteras, aunque ello suponga producir brutales elipsis, auténticos «agujeros» en la narración. Las escenas seleccionadas no son necesariamente irreprochables desde el punto de vista técnico, y su combinación puede dar lugar a falsas relaciones... No importa: la vida está ahí, y eso es lo único que importa.
Traducción propia del francés.