
Betzy Bromberg. Programa 1.
- 72 min.
Petit Mal
Betzy Bromberg | 1977 | EE. UU. | 16 mm | 18 min
La voz abstraída de una y muchas mujeres que buscan. (Betzy Bromberg)
Ciao Bella
Betzy Bromberg | 1978 | EE. UU. | 16 mm | 9 min
Un filme personal sobre el amor y la mortalidad. (Betzy Bromberg)
Soothing the Bruise
Betzy Bromberg | 1980 | EE. UU. | 16 mm | 21 min
Roles sexuales, consumo y destrucción en los Estados Unidos. (Betzy Bromberg)
Marasmus
Betzy Bromberg, Laura Ewig | 1981 | EE. UU. | 16 mm | 24 min
La respuesta de una mujer a la tecnología/el desfase del nacimiento. (Betzy Bromberg, Laura Ewig)
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(S8) XVI Mostra Internacional de Cinema Periférico
Betzy Bromberg. Programa 1.
Versión lingüística:VOFormato:16mm.Entrada de balde.
Betzy Bromberg: lo micro y lo macro
Elena Duque
Betzy Bromberg empezó a hacer cine a finales de los 70. Dentro de la variedad de su cine desde entonces hasta ahora, hay una cuestión que parece tener relevancia siempre: cómo conseguir una amplitud de miras macroscópica a partir de lo microscópico, cómo contener un universo entero encuadrando solo una pequeña esquina de la realidad. Mientras que sus primeras películas fijan la vista sobre ciertos sujetos y lugares, poniéndolos en relación con las escalas políticas y sociales estructurales que mueven los hilos del mundo, en las últimas el acercamiento a lo pequeño, a lo que apenas puede ser percibido sin la ampliación de la óptica de la cámara y sus posibilidades, parece excavar en los rincones más profundos de la naturaleza humana, conteniendo en sí un mundo espiritual y cultural infinito. Esas primeras películas destilan agitación, contacto y confrontación, en tanto que las últimas sugieren la necesidad de una introspección que elimine el ruido del mundo para poder acceder a otras verdades esenciales. En cualquier caso, ambas son señas de una manera de trabajar que se basa en una observación dirigida y concentrada, en el pensamiento en acción a través de las imágenes en movimiento y la materialidad del cine.
Bromberg empieza su carrera en Nueva York, que es donde filma las dos películas que abren el primer programa: Petit Mal (1977) y Ciao Bella (1978). Ambas están conectadas a la vida en la calle, a los rincones poco glamorosos de la ciudad, a cierta sordidez vista con ternura y empatía. Se trata de películas en constante movimiento y asociación de ideas, de aire punk, que vibran al son de un collage sonoro de habla cotidiana, retazos de radio, contestadores, sonidos de todo tipo y conversaciones varias. Petit Mal (1977) es el retrato de una joven asfixiada por el encajonado lugar que le dejan la sociedad y las relaciones, y sus maneras de escapar de él. Ciao Bella (1978), por su parte, juega con las imágenes de una tórrida Nueva York, clubs de strippers, moteros y la presencia peligrosa del deseo. Algo omnipresente pero a la vez inasible, con un doble filo. Tras estas películas, Bromberg se muda a Los Ángeles, donde estudiará cine de la mano de Chick Strand. En Soothing the Bruise (1980) continúa explorando el malestar de las mujeres dentro del patriarcado y el neoliberalismo recalcitrante. Lo femenino y lo masculino se enfrentan: de nuevo los cuerpos de mujeres cosificados, en forma de clubs de toples y de chicas haciendo la calle, y la expresión de cierta masculinidad (ligada al comercio) que se encarna en los camioneros que paran en bares de carretera. La política a gran escala se va entrecruzando así con las situaciones cotidianas, la belicosidad de la hombría, la compraventa y las transacciones como únicas formas de relacionarse posibles. Sin perder momentos punk, Marasmus (1981), hecha en colaboración con Laura Ewig, se va acercando más a la abstracción y a la manipulación de la imagen para generar estados inmersivos. La palabra marasmo designa la malnutrición infantil que impide el desarrollo y crecimiento normales. El movimiento de la ciudad hacia otros parajes se acentúa, en paisajes a veces apocalípticos, ruinas industriales a veces imponentes. Entre el sueño y la pesadilla, las imágenes estilizadas de Marasmus y su collage sonoro parecen señalar ese marasmo al que la sociedad tecnificada y despiadada nos aboca.
El segundo programa recoge uno de los largometrajes de Bromberg, a Darkness Swallowed (2005), que pareciera ser la depuración máxima de trabajos de los 80 y los 90 como Az Iz (1983) o Divinity Gratis (1996), en los que Bromberg aborda a los seres humanos como especie entre el resto de las especies, y figura los efectos maravillosos y devastadores de la civilización, hablando también de la vida y la muerte en películas en las que va dejando atrás progresivamente la palabra para sumergirnos en un mundo más sensorial, imágenes que cada vez van más al detalle, a lo orgánico, y sonidos que cada vez más van a la generación de una atmósfera de meditación, inquietante por momentos. a Darkness Swallowed (2005) explora, por su parte, la memoria a partir de una vieja fotografía. Lo que, de algún modo, nos confronta con la idea del cine como máquina generadora de imágenes mentales cuya decodificación no es tan objetiva ni directa como podría parecer. En su movimiento a la abstracción, la cámara de Bromberg se acerca cada vez más a las estructuras naturales, a la resina, a las sustancias y materiales orgánicos, y también a la luz como elemento determinante: todas, cosas que bien podrían guardar toda la memoria de la tierra. Las lógicas de la sociedad se achican en su mezquindad frente a la permanencia y la tozudez de la naturaleza y del subconsciente del mundo.
El tercer programa lo dedicamos a su más reciente largometraje, Glide of Transparency (2016-17), culminación de la trilogía que empieza por a Darkness Swallowed (2005) y sigue con Voluptuous Sleep (2011). Si Voluptuous Sleep plantea una delicada abstracción oscura, Glide of Transparency (2016-17) nos lleva al color, a lo translúcido, a una especie de jardín que contemplamos como embriagadas abejas viajando de flor en flor. Se trata de una película luminosa (una película sobre la luz), acariciante y casi balsámica, una inmersión en lo suave y lo amoroso. Llegamos al plano de lo microscópico, amplificado por sus modos de hacer y por la pantalla de cine. Ya no hay lenguaje articulable de ninguna manera, traspasamos el umbral hacia la pura emoción.
Este es un viaje, pues, que empieza en la calle con su suciedad y su agitación, para terminar trascendiendo a través de lo cíclico y eterno. Porque la consciencia se gana mirando al detalle, bien sea a la cotidianidad urbana o al intrincado mundo de lo natural.