
Arde Amor
Rosana Pastor, Sergi López, Chete Lera, María Bouzas, Miguel Pernas
- 90 min.
“Arde amor” es un hermoso cuento de muerte y de amor sobre la posibilidad de renacer, a partir de las cenizas, e intentar construir un nuevo mundo de afectos, lúcido e intenso, más allá de las ruinas del amor-pasión.
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Raúl Veiga: variaciones sobre amor e identidad
Arde Amor
Versión lingüística:VOFormato:35mm.Presenta: Raúl Veiga.
- Ano:1998
- Países de producción: España
- Guión: Raúl Veiga
- Fotografía: Juan Carlos Gómez
- Montaje: Guillermo Represa
- Productora(s): Fenda Filmes
Crítica del filme
Xosé Nogueira, en ‘Diccionario do cine en Galicia. 1896-2000’, Xunta de Galicia, 2001.
En su segundo largometraje como director, Raúl Veiga vuelve a transitar por los senderos que habían guiado sus experiencias cinematográficas anteriores, bien solo como guionista (Continental) o también desde la dirección (el cortometraje Boas noites, Eire; A metade da vida), en la confianza de profundizar en el asentamiento de un itinerario propio como cineasta. Adelantemos los principales: a) la revisitación y/o desmontaje crítico de ciertos géneros cinematográficos clásicos; b) el amor como tema: sus límites, sus riesgos, su comienzo y final, su vivencia o su imposibilidad; y c) la búsqueda de una expresión fílmica propia, realizada en y desde Galicia como propuesta temática y formal diferenciada frente a otros modelos presentes en el mercado.
(...) Veiga va a intentar poner en escena su relectura de ese tradicional cliché que pesa sobre el amor romántico entendido como pasión desaforada e incontrolable que, inevitablemente, debe tener consecuencias irreparables para sus protagonistas. Y lo hace echando mano, precisamente, de una serie de recursos que la cinematografía clásica y posclásica había utilizado en la construcción de sus melodramas, ya insertados en nuestro imaginario colectivo, a los que el cineasta gallego les dará la vuelta. En este sentido, en Arde amor se propone una operación semejante respecto del drama a la que, como atinadamente señalaba Miguel Anxo Fernández en su día, constituía Continental respeto del thriller. Nuevamente, pues, este cineasta radicado en A Coruña se muestra como un consumado conocedor de las principales expresiones cinematográficas que en el mundo han sido. Pero junto al Veiga cinéfilo brota, también como en casos anteriores, el Veiga filólogo (tal ha sido su formación académica) que incorpora al anterior una sustancial carga literaria. De hecho, si en su largometraje anterior, A metade da vida, adaptaba libremente un texto de Méndez Ferrín, ahora las referencias literarias de Goethe y von Kleist se vienen a sumar a las del gran escritor orensano en los cimientos de esta nueva indagación fílmica. Todo lo cual dejó resumido el propio Veiga: "Aunque reconozco que están Goethe y von Kleist e incluso el Ferrín de 'Arraianos', en realidad lo que está de fondo en mi film es una reflexión sobre el romanticismo y sobre su presencia banalizada en la sociedad actual como mito del amor-pasión que en versión, digamos pop, sería el amor Hollywood. En este sentido Arde amor se sitúa después de eso. La pregunta sería: toda esa construcción ideológica y vital que ha sido el amor-pasión occidental, ¿cómo la vemos desde hoy? Yo hago un poco la crítica de todo ese sistema de afectos" (declaraciones a Celso X. López Pazos en A Nosa Terra n° 921, 10-2-2000, p. 25). (...)
Determinados los principales elementos que en este caso van a marcar los senderos mentados al principio, hace falta explicitar siquiera mínimamente su plasmación fílmica. La alusión a esas formas clásicas con las que Veiga va a intentar establecer un diálogo crítico se realiza ya desde la arquitectura de su film, basado en una estructura circular que lo es, además, a un doble nivel. Por una parte, en la presencia del suicidio como apertura (Lucio y Rosa) y cierre (Ranxel) de su trayecto narrativo, pero también en el añadido de un prólogo y un epílogo con imágenes rodadas aparentemente en Súper 8 mm. en las que aparecen aún felices todos los protagonistas de la historia: la edad de la inocencia, la pureza inicial, la condición fantasmática de la imagen cinematográfica (un recurso y unas significaciones que, por cierto, suelen aparecer bastante en el audiovisual contemporáneo). Una configuración circular que envuelve la espiral de sentimientos y acontecimientos que desarrolla el film, en la que se puede vislumbrar una inspiración hitchcokiana —al fin y al cabo, referente fundamental del cine moderno— tanto a nivel formal (ciertos encuadres y, sobre todo, esa angosta escalera que conduce a la vivienda en la que se ha instalado Luís y que antes habitaron Lucio y Rosa) como emocional (encarnada por un melancólico Ranxel progresivamente acercado al delirio amoroso). Ciertamente, para un relato como este, impulsado por un oscuro y determinante pasado —que se nos irá desvelando— y marcado por una pasión que se hará irrefrenable, resultaba difícil encontrar un modelo más acomodado con el que establecer un contraste que el vertiginoso y espiral de Scottie/James Stewart a la busca de una Madeleine/Kim Novak surgida de entre los muertos.