Last Chants for a Slow Dance

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Inicio de la trilogía de Tom Blair (por los filmes realizados por Jost en colaboración con este actor) y una road movie emblemática del cine estadounidense independiente de los 70, una pieza de culto con huellas del caso criminal Gary Gilmore. Rodada en una semana con 3.000 dólares y un uso del celuloide, 16 milímetros, con criterios de máxima rentabilidad (los 110 minutos filmados reducidos a 90...), Jost propone un itinerario terminal, el del personaje central, un antihéroe, Tom Bates, mostrado en un tiempo indeterminado de su vida cotidiana, con elegancia formal, brillantes usos musicales y un vagabundeo tan desesperanzado como perspicaz .