
El león duerme esta noche
Le lion est mort ce soir
Jean-Pierre Léaud, Pauline Etienne, Maud Wyler, Arthur Harari, Isabelle Weingarten, Noë Sampy, Jean-Louis Berard
- 103 minutos
Jean, un renombrado actor de cine, es convocado a un rodaje en el sur de Francia, muy cerca de la casa en que conoció en su juventud a Juliette, el gran amor de su vida. Durante un descanso, aprovecha para visitar a una amiga y recorrer los espacios de antaño. Un grupo de niños interrumpe de repente la nostalgia que le acecha: preparan una película de terror en sus vacaciones y comienzan a perseguirlo porque quieren que Jean la protagonice. Este encuentro, entre el que fuera protagonista de Los 400 golpes y sus traviesos sucesores, desencadena un cuento fantástico inesperado y revelador bañado por el toque oriental característico de su autor. (NUMAX)
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Cineclube Valle-Inclán
El león duerme esta noche
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Nobuhiro Suwa: «Las imágenes son la huella de lo real pero, al mismo tiempo, son ilusiones»
Por Xesús Fraga (La Voz de Galicia)
Trailer del filme
Versión original subtitulada
Restauración
Por Jean-Philippe Tessé
¡Viva el rey! Habíamos dejado a Jean-Pierre Léaud sobre un lecho de muerte, el de Luis XIV, en la agonía del Rey Sol filmada por Albert Serra. La muerte de Luis XIV era tanto un estudio pictórico sobre un cuerpo acostado, poderoso y moribundo, como una celebración ambigua del genial actor y, por tanto, metáfora sórdida sobre la muerte del cine. Disposición mortífera, museo-cinéfilo-fetichista, un crimen de lesa-magestad que neutralizaba a un Léaud tan maquillado y peinado como el propio filme. Es un placer volver a Jean-Pierre Léaud en El león duerme esta noche, donde recupera sus derechos como actor, que lo devuelven en piernas, brazos, sonrisa, cabellos, miradas. Sin embargo, el filme de Nobuhiro Suwa se abre con una cuestión terrible: acostado en pijama, el actor Jean le confiesa al director que tiene un problema: no sabe interpretar la muerte. A esta cuestión cada uno tendrá su respuesta. El filme responde con su luz, una luz de verano y vacaciones en la costa sur francesa, a orillas del mar azul que divisamos al final de las callejuelas. Jean, con una sabiduría inventada por él mismo explica que la muerte es un encuentro; el momento más importante de la vida de un hombre es entre los 70 y los 80 años porque es la edad en que se prepara para este encuentro. Jean-Pierre Léaud, en palabras de su padre, el escritor, guionista y dramaturgo Pierre Léaud: «Es necesario caminar toda la vida, mano a mano con la muerte». Nobuhiro Suwa organiza estos encuentros, entre los vivos y los muertos, los fantasmas pequeños y los grandes.
El león duerme esta noche es un filme sobre la muerte pero sin ninguna morbilidad. Tampoco muestra ningún fetichismo cinéfilo, a pesar de que realice un viaje por el cine. La grabación de Jean se interrumpe y el actor aprovecha las improvisadas vacaciones para visitar a una amiga, Marie, que vive en la región. Esta amiga está encarnada por Isabelle Weingarten, la inolvidable Gilberte en La mamá y la puta (Jean Eustache, 1973). Pero el encuentro, si bien es emocionante, es breve, abortado: «Creo que no es a mí a quien has venido a ver», le dice Marie a Jean. El filme esquiva el mito, se desvía rápidamente para sumergirse en la ficción que el encuentro entre los dos queridos actores había dejado suspendida. A quien Jean vino a ver realmente es a una persona muerta. Vivía en una gran casa hoy abandonada donde Jean se queda dormido. Ella aparece de golpe, con toda su juventud, frágil Ofelia muerta hace cuarenta años. El diálogo entre el hombre vivo y su amor fantasma se interrumpe enseguida por una banda de niños que invaden la casa cámara en mano para grabar un filme en el marco de un curso de verano. La película se convierte en el guion de esta filmación, con el intercalado de los diálogos entre el actor y el fantasma. Cierto que las intenciones y el tema del filme son sobradamente evidentes, pero eso no importa. Lo que cuenta es esa manera de retomar todo desde cero, al nivel de la infancia, con la torpeza que podemos tener con 9 o 12 años. Y el tipo de escucha que esto supone, flotante, entrecortada, precaria, que remite en algún sentido a los primeros filmes de Nobuhiro Suwa (2 / Dúo, M / Other).
Hay una emoción verdadera al ver a Jean-Pierre Léaud rodeado de un puñado de aprendices de cineastas que, al descubrir los rudimentos del cine, afrontan la creación desde cero. El actor, con su eterna y inaprensible extrañeza, encuentra una inesperada piedra de toque con los chicos agitados (cuando graban el filme) o fatigados (de vuelta de la expedición en el autocar) y evoluciona al mismo tiempo que ellos combinando dulzura y distancia, sin jamás ceder a una ternura simplificadora. Además, es capaz de recuperar la pregunta que le preocupa («¿cómo interpretar la muerte?») en una escena a la majestuosidad titubeante, frágil y sorprendente del actor más extravagante de la historia del cine. La respuesta de Léaud no se dice con palabras, sino con su rostro sobre la cama: para interpretar la muerte, para sentir que el encuentro con ella se aproxima más día a día, no hay que cerrar los ojos como hacen los cineastas sin imaginación. Es necesario mirar a la cámara que se acerca.
Publicado en Cahiers du Cinéma, diciembre 2017, nº739