
Crónicas turcas
Chroniques turques
- 75 min.
Crónicas turcas es el título de 6 cortometrajes documentales realizados en Turquía por Maurice Pialat entre 1962 y 1964. Verdadero retrato de la ciudad de Estambul filmado por el cineasta al principio de su carrera, este conjunto de cortometrajes desconocidos se aferra a los diferentes barrios de la ciudad turca y a sus habitantes, desde el porteador al luchador, pasando por la tradicional bailarina del vientre. A la poesía de las imágenes en blanco y negro se añade la belleza de los textos literarios de Gérard de Nerval, Stefan Zweig y Nazim Hikmet.
- Ano:1962-1964
- Países de producción: Francia
- Guión: Maurice Pialat
- Fotografía: Willy Kurant
- Montaje: Bob Wade
- Productora(s): Como-Films
Maurice Pialat: bajo el sol del tiempo
Charles Tesson (en el catálogo del Festival La Rochelle Cinéma, edición 2005)
(...) este gusto por la crónica y el fresco, por el sabor del presente, por el curso de la vida que desemboca fácilmente en el río de la Historia, se encuentra ya en las «Crónicas turcas».
El presente es el de la vida, el de la calle, el de los rostros compuestos como retratos fotográficos. Es también el de la captura esquiva del tiempo, al captar la luz de un paisaje bajo la mirada del pintor. El pasado se inscribe en la imagen porque el lugar se presta a ello: el Bósforo, el Cuerno de Oro, Bizancio, Constantinopla, Estambul, Oriente y Occidente. Filmar un monumento como Santa Sofía (catedral y luego mezquita) o una muralla en ruinas (Bizancio) es como grabar las capas del tiempo, traer el pasado a la superficie del presente. Los largos travelling de las murallas abandonadas (Bizancio) son un trabajo de memoria. Nos recuerdan a Alain Resnais, o incluso a Straub-Huillet, a quienes les gusta representar la Historia fetichizando sus huellas, sus restos, los vestigios de verdaderas inscripciones de la erosión del tiempo. Mientras tanto, la voz, leyendo un texto de Stephan Zweig, recuerda el asedio de la ciudad y los saqueos. El diálogo a distancia entre la voz, que libera imágenes a través del poder de las palabras, y los planos, puros contenedores de imágenes que se han desvanecido (los actores de esta historia llevan mucho tiempo muertos), tiende un puente de poder fantástico. Porque lo fantástico en la obra de Pialat (ya no hay que tener miedo a la palabra) es una cuestión de tiempo, el tiempo que separa a los vivos de los muertos, entre la imagen y la voz. También es una cuestión de disparar, entre el momento justo (la vida, el rostro y la palabra) y el momento en que ya es demasiado tarde. Y cuando es demasiado tarde, el plano se convierte en la palanca de la memoria de un tiempo que nunca volverá.
Así que todo empezó muy pronto. En el cine de Pialat, una sensación muy viva, evidente en estos cortometrajes (...), se puede decir que la cámara tiene dos caras: del lado del registro de lo que es y del lado del poder de hacer regresar las fuerzas del más allá, ese peso de la muerte que acompaña a toda existencia. Curiosamente, es el segundo aspecto el que predomina en los cortometrajes, como si Pialat hubiera empezado filmando desde el otro lado. Es un cine que cree desde el principio en el poder intrínseco del cine, en su fuerza casi mágica, como se ve en los planos móviles omnipresentes en sus películas turcas (...).
Traducción propia del francés.