
Franco Piavoli
Del 11 de diciembre de 2019 al 18 de diciembre de 2019
Y vosotros creced y multiplicaos, y extendeos por la tierra y llenadla.
Génesis 9:7
No parece casual que Franco Piavoli haya rodado casi todo su trabajo fílmico en las cercanías de su población natal, Pozzolengo, una encantadora aldea lombarda a las orillas del Lago Garda. En efecto, si hay algo que define a Piavoli como autor es su interés por hablar de lo universal desde lo íntimo, desde lo más próximo. De esta manera, las congeladas aguas que dan luz al inicio de El planeta azul (Il pianeta azzurro, 1982) no sólo testimonian la génesis del ciclo de vida de esa geografía concreta, sino que aluden al origen de la vida como tal, exactamente como si una cámara se hubiera colado en el mismo jardín edénico en el momento en el que la divinidad pronunció las palabras: “hágase la luz.” Es precisamente esa especie de sinécdoque de la epopeya de lo humano, siempre reducida a su mínimo común denominador, lo que despoja al cine del realizador transalpino de cualquier atisbo de pomposidad, lo que le imbrica en una tradición de cine italiano que va de Ermanno Olmi a Pier Paolo Pasolini. Cine cristiano, sí, pero un cine donde esa percepción religiosa se muestra únicamente en las criaturas que pueblan sus paisajes.
Esa exaltación de la vida es una constante en los fotogramas del autor lombardo. Es evidente en la ya citada El planeta azul, cuando Piavoli filma a la primera pareja que aparece en su ópera prima como si fueran los mismos Adán y Eva, no asediados aun por la amenaza del pecado original, sino en el acto de la concepción de una especie que está destinada a interactuar, para bien y para mal, con el medio natural en el que debe desarrollarse. Quizá esa conexión con lo sexual y su ligazón con la permanencia no sea tan obvia en Nostos: El retorno (Nostos: Il ritorno, 1989), una adaptación del clásico homérico de Odiseo y su retorno al hogar de Ítaca, pero existen imágenes que, bien observadas, sí dan fe de la existencia de esa obsesión: ¿qué muestra si no ese hermosísimo plano en el que Ulises, nadando en las aguas del Mediterráneo, parece fecundar al reflejo una luna semejante a un inmenso óvulo? Sí, incluso en sus obras más ficcionadas (si es que puede hablarse de ficción en el cine de Piavoli), donde la tesis podría parecer más difusa, la emoción del impulso vital que nos lleva a crecer y multiplicarnos, es parte fundamental del subtexto narrativo.
Debemos, por último, sacar de su error a los que consideren que estas premisas convierten al de Pozzolengo en un creador de imágenes tedioso en su introspección teológica. El cine de Piavoli es, ante todo, gozo y alegría, celebración. Es ese regocijo por el mero hecho de vivir el que aparece en la ruidosa verbena de Voces en el tiempo (Voci nel tempo, 1996), el mismo que se refleja en la mirada de la muchacha que descubre el estímulo amoroso en Al primer soplo de viento (Al primo soffio di vento, 2002). Un impulso que se transmite a los espectadores cuando abandonan la sala tras la proyección y que le llevan a festejar, preferentemente en compañía, que hoy, al menos hoy, seguimos vivos. [Martín Cuesta, FICX 2019]
Agradecimientos: Franco Piavoli; Filmoteca Española, IVAC-La Filmoteca.

L'orto di flora

Il planeta azzurro

Emigranti

Nostos-Il retorno

Festa

Voici nel tempo

Evasi
