Desde mañana y hasta finales de 2018 ofrecemos una retrospectiva casi completa del realizador sueco Ingmar Bergman para celebrar el centenario de su nacimiento. El más reconocido de los autores escandinavos cuenta con una extensa filmografía en la que figuran títulos esenciales de la historia del cine como El séptimo sello o Fresas salvajes.
Formado en el teatro, con una clara influencia de August Strindberg en su obra, fue famoso por su cuidado estilo visual y por destilar una intensa dramaturgia en la que destacan temas de carácter metafísico o sus profundos estudios de los estados del alma humana. Ganó su prestigio en los festivales europeos, siendo habitual de citas como Cannes, Venecia o la Berlinale. La Academia de Hollywood le concedió el Oscar honorífico en 1971.
El ciclo del CGAI comienza mañana martes a las 20,30 h. con Juegos de verano, primera parte de su trilogía sobre el período estival, que sigue con Un verano con Mónica (pases el 19 de abril) y Sonrisas de una noche de verano (proyecciones el 24 de abril). Esta trilogía se caracteriza, en las dos primeras entregas, por presentar historias dramáticas de amores jóvenes. En la última parte Bergman se pasa a la comedia de época, con un filme destacado por la crítica que le valió su primer galardón en Cannes y varios homenajes posteriores; el más conocido, el que le haría Woody Allen en La comedia sexual de una noche de verano.
Una icónica partida de ajedrez
Tras estos filmes, el sueco entra en una de sus etapas más creativas, dirigiendo en 1957 las que serán dos de sus obras maestras: Fresas salvajes (se pone el 26 de abril), una suerte de road-movie que cuenta el viaje físico y espiritual que un viejo y reputado médico realiza con su nuera; y El séptimo sello (en el CGAI el 24 de mayo), sobre un cruzado que vuelve a Tierra Santa en el siglo XIV para enfrentarse a la muerte en una ya icónica partida de ajedrez.
Estas dos cintas inauguran la etapa de contenido simbólico de Bergman, después de varias centradas en buena parte en el peso psicológico que soportan sus personajes. El sueño, los deseos más profundos del alma, lo metafísico... Su cine toma una deriva existencial por la que será principalmente recordado el autor.
1957 es su año. En febrero gana el premio de la crítica por Fresas salvajes en la Berlinale y en mayo se hace con el premio especial del jurado por El séptimo sello en Cannes. El impacto internacional de estas películas convierte en estrella a Bibi Andersson, protagonista en las dos después de haber trabajado ya con Bergman en Sonrisas de una noche de verano.
Impresionante estilo visual
Otra de las actrices-fetiche del autor será Liv Ullmann, quien en 1968 protagoniza dos filmes de clara expresión crítica de Bergman, ambos situados en islas en las que ocurren inquietantes sucesos. La hora del lobo (pases el 6 de junio), en torno a una pareja que se ve atrapada por presencias demoníacas, está hoy considerada una de las cumbres del terror psicológico, mientras que La vergüenza (13 de junio) adopta una posición más alegórica y de ataque directo a la guerra de Vietnam.
Se benefician las dos de la impresionante fotografía de Sven Nykvist, otro de los habituales colaboradores de Bergman, que dotó de peso visual a la obra más madura del director. Puede que su película más conocida sea Persona, que reúne precisamente a Bibi Andersson y Liv Ullmann. Este filme lo programará el CGAI a la vuelta del verano, junto con otros destacables títulos del director que se sucederán hasta finales de 2018.