Nathaniel Dorsky no es un desconocido del CGAI. Tras visitar A Coruña invitado por el (S8) Mostra de Cinema Periférico en 2011, nos acompañó también en la presentación de su libro Devotional Cinema en 2013 y la filmoteca proyecta a menudo sus piezas en la sección Desencadres. Nacido en Nueva York, comenzó a hacer cine en 1963, actividad que desarrolla en San Francisco desde 1971. Su obra, caracterizada por una contemplación poética del paisaje natural y urbano que lo rodea, mostrada a la velocidad sagrada – una de las del cine mudo, a 18 fotogramas por segundo –, confiere a su filmografía una singular aproximación.
Él mismo define el cine como dividido en dos clases: “en el cine, hay dos formas de incluir a los seres humanos. Una es retratarlos. La otra es crear una forma fílmica que, en sí misma, contenga todas las cualidades del ser humano: ternura, observación, miedo, relajación, la sensación de venir al mundo y abandonarlo, expansión, contracción, cambio, depuración, ternura en el corazón. La primera es una forma de teatro y, esta última, una forma de poesía”. Él, evidentemente, practica la segunda.
Esta fe inquebrantable en la naturaleza lírica del cine lo ha llevado a exhibir sus piezas en espacios de referencia como el MoMA de Nueva York, el Pompidou, la Tate Modern o Filmoteca Española, además de formar parte de la bienal del Whitney en 2012, entre otros reconocimientos. También es conocido por su libro Devotional Cinema, en el que desarrolla toda su teoría en torno a esta capacidad del cinematógrafo como herramienta artística lírica para transmitir lo sacro a través de la captación de la luz. La asociación Lumière lo tradujo al español y se puede adquirir en las librerías que aún cuenten con stock.
El pase este viernes en el CGAI de Arboretum Cycle, su última película, supone el estreno español de la misma. Se trata de un ciclo de siete piezas, que ahora ya solo muestra con la serie completa – una de ellas, Elohim, ganó este año el premio Jean Vigo en el festival Punto de Vista –, filmadas a lo largo de un año muy cerca de su vivienda en San Francisco, en el arboretum del Golden Gate Park. Tras un período largo de extrema sequía en California, 2017 fue por fin un año de “tormentas y líquidos refrigerios”. Explica Dorsky que “era el momento de hacer una película sobre un tema simple y que ese sería la luz – no los objetos, sino la sacralidad de la luz en sí misma en este espléndido jardín”.
El cineasta capta así el paso de las estaciones en la naturaleza, con todas las variedades lumínicas que se dan a lo largo de ese año e inmortalizando el ciclo natural, con las hojas cambiando de color y elementos como la lluvia, la niebla o el sol provocando sus efectos en las plantas filmadas. Supone además una reflexión sobre el propio ciclo vital del ser humano, con las etapas de la niñez, la juventud, la madurez, la edad adulta y la muerte representadas en este conjunto de piezas.