
Van Gogh
Jacques Dutronc, Alexandra London, Bernard Le Coq, Gérard Sety
- 160 min.
Mayo de 1890. El pintor Vincent Van Gogh llega a la localidad de Auvers-sur-Oise y se instala en una modesta pensión en la que establece relación con un admirador de su obra, el doctor Gachet y su hija Marguerite. Van Gogh comienza con ella una relación afectiva. Trabajando por momentos de manera compulsiva y arrastrado hacia la locura, con visitas ocasionales a su hermano y protector Théo y a la prostituta Cathy, Pialat presenta de nuevo su búsqueda o exigencia de verdad, la plasmación de un proyecto que persiguió durante 30 años, un homenaje al mismo tiempo a su vocación de pintor. César al mejor actor (Jacques Dutronc).
- Ano:1991
- Países de producción: Francia
- Guión: Maurice Pialat
- Fotografía: Emmanuel Machuel, Gilles Henry
- Montaje: Yann Dedet, Nathalie Hubert, Hélène Viard
- Productora(s): Erato Films, Films A2, Flash Films, Action Films
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Carta a Maurice Pialat sobre ‘Van Gogh’
Jean-Luc Godard (blog Intermedio)
Presentación del filme por el crítico Alain Bergala
En francés, subtitulado en el mismo idioma
Centrífugo y fragmentado
Joël Magny
A veces se ha calificado a Maurice Pialat -junto con algunos otros incluidos en la misma categoría- de «cineasta de la Francia profunda». Sí, si entendemos la expresión en el sentido geográfico del término. Su universo no se limita a los barrios altos de la capital, sino que explora más ampliamente las provincias, en particular el Norte (L'Enfance nue, Passe ton bac d'abord, Sous le soleil de Satan), Auvernia (La Gueule ouverte), la Auvers-sur-Oise de Van Gogh (entonces plenamente provinciana), o los suburbios propiamente dichos (Loulou). Cuando la acción transcurre en París, sigue siendo un París (Police) algo marginal pero impreciso. Pero esta división geográfica no tiene ni el rigor casi geométrico ni la determinación apremiante que puede caracterizar la obra de Éric Rohmer. A excepción de algunos detalles, las tramas y los personajes podrían haberse desarrollado sin problema en otro escenario. Es más, estos lugares carecen a menudo de homogeneidad dentro de cada película. Abundan los viajes y las idas y venidas constantes de un lugar a otro. Más que descentrado, el espacio de Pialat es centrífugo y fragmentado (...)
Es en este sentido de conjunto de personajes a los que los filmes de Pialat dan una oportunidad, a todos, en el que podemos hablar de una Francia profunda, por oposición a una Francia jerarquizada en la que el resto del cine francés solo suele mostrar la cúspide de la pirámide (clase media y media alta). Tomada en su sentido sociológico, la expresión es más discutible. El cineasta muestra ciertamente una predilección por una franja social que mezcla más o menos a la pequeña burguesía y al proletariado acomodado. Pero mientras que los personajes de Chabrol o Rohmer, por ejemplo, se sitúan socialmente con una precisión maníaca, y la menor diferencia social adquiere para ellos una importancia extrema, los de Pialat no obedecen a una división tan estricta. Pialat indica siempre con precisión su origen social, tanto si ocupan el primer plano como si se limitan a atravesarlo. Sus orígenes están marcados incluso en sus rasgos físicos o en sus acentos. Pero los atrapa en el movimiento de la vida, a lo largo del tiempo, donde siempre se encuentran más o menos entre dos estatus, siempre ligeramente desalineados con ese origen. Pensemos, por ejemplo, en el Dr. Gachet en Van Gogh. Podría ser simplemente un buen burgués amante del arte. Que lo es. Y en el transcurso de la película demuestra su mentalidad y su moral de clase. Pero no es en absoluto reducible a su origen o a su clase social, de la que escapa en muchos detalles, aunque su reconocimiento de clase apenas venga por su pasión por un cuadro. Lo que en definitiva lo convierte en un personaje desagradable es el límite de su movimiento: solo escapa superficialmente de sus orígenes —su interés por la pintura resulta ser muy superficial y cuestionable cuando visita el «estudio» de Vincent en casa de Ravoux— y luego vuelve a caer en ellos. Los auténticos personajes «pialatianos» están siempre, de un modo u otro, descentrados, desplazados tanto en el espacio como en relación con el grupo social (o simplemente la familia) del que proceden. La mayor parte del tiempo están en tránsito. ¿Irse, quedarse, volver? No se quedan porque no encajan.
En ‘Centrifugue et éclaté’, por Joël Magny, en ‘Maurice Pialat’ (Cahiers du Cinéma, collection “auteurs”, 1992), pp. 50-53. Traducción propia del francés.