STE. ANNE
- 80 min.
Rhayne Vermette | 2021 | Canadá | 16 mm a HD | 80 min
Mientras una partida se aventura en la noche, llegan noticias de que Renée ha salido de la oscuridad, momento catastrófico que inflama el incómodo reencuentro de Modeste con su hermana mayor. Renée lleva años desaparecida y su presencia desasosiega a la familia, entre la que se cuenta también su propia hija, Athene. A medida que Renée empieza a formarse unos sueños a partir de fragmentos de su pasado, la zona se ve sacudida por ominosas premoniciones. Ste. Anne, rodada a lo largo de dos años, traza una reclamación territorial alegórica mediante emplazamientos personales, simbólicos e históricos situados en distintos puntos del llamado territorio del Tratado 1, núcleo de la nación métis. (Rhayne Vermette)
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(S8) XV Mostra Internacional de Cinema Periférico
STE. ANNE
Versión lingüística:VOSEFormato:HDEntrada gratuíta.
- Ano:2021
- Países de producción: Canadá
RHAYNE VERMETTE: CONSTRUIR UNA CASA
Elena Duque
Una casa no es necesariamente un hogar, pero en el imaginario colectivo una cosa se identifica con otra. Los espacios que se han habitado y que ya sólo existen como ruinas, los que existen aquí y ahora, y las casas que potencialmente se pueden construir son, en cierto modo, el tema de casi todas las películas de Rhayne Vermette. Desde sus películas collagísticas y animadas hasta su ficción Ste. Anne, ejercicios de muy diferentes calibres, esta idea va mutando y desarrollándose a partir del proceso mismo de elaboración de cada plano, de cada fragmento-ladrillo que luego formará el todo.
Hay algunos datos biográficos que interesan a la hora de adentrarse en la obra de Vermette. Uno es su origen: Vermette nació en una población rural de Manitoba, provincia central de Canadá con un clima de frío extremo en invierno y calor asfixiante en verano, y con un particular paisaje e idiosincrasia. La población más importante de la provincia es Winnipeg (lugar de procedencia de Guy Maddin y hogar de The Winnipeg Film Group, con el que Vermette ha mantenido una relación cercana pero crítica). Vermette, que declara con vehemencia que nunca dejará Manitoba, pertenece al pueblo indígena Métis, grupo étnico independiente reconocido desde el siglo XVIII, resultante de la unión de mujeres de las primeras naciones con empleados británicos y canadienses-franceses de la Compañía de la Bahía de Hudson (damos aquí con la imaginería de los colonos versus las partes más escabrosas de la colonización). Es decir, una identidad compleja y también fragmentaria. El tercer dato a tener en cuenta es que Vermette estudió arquitectura, disciplina que dejó en un momento dado para dedicarse al cine. Su primera aproximación al cine fue a través de la animación y del collage (por los milagros que se pueden obrar gracias a estas técnicas), en cierto modo como quien construye maquetas de casas imposibles en tiras de celuloide. Finalmente, Vermette declara en repetidas ocasiones que quien le ha enseñado las cosas más importantes sobre montaje es Madlib, MC y DJ californiano, a base de la idea del sample.
Dicho esto, el primer programa que le dedicamos se centra en el periodo que empieza en 2012, con sus primeras películas, y que cierra la alucinante Domus (muy justamente dedicada a los magos-animadores Ed Ackerman, Al Jarnow y Takashi Ito). En este programa hay ejercicios collagísticos en los que hace un profuso uso del cúter para hacer picadillo diversos fragmentos de metraje encontrado para reconstruir después algo totalmente distinto, como es el caso de Tricks are for Kiddo o Black Rectangle. En Full of Fire este afán plástico y constructivista vuelve su vista a un edificio en llamas, un hogar que se disuelve y al que no es posible volver, en un remontaje exhaustivo en el que tanto las imágenes impresas en la película como el mismo material son protagonistas. Extraits d’une famille y Les châssis de Lourdes se ocupan del espacio arquitectónico donde ocurren los hechos fundacionales de la vida de cualquier persona: los interiores domésticos, las cocinas y salones banales que se repiten hasta la saciedad en las casas de clase trabajadora de todo el mundo. La idea de dónde y cómo se vive está detrás de estas películas que tienen algo de exorcismo familiar y que se aproximan más a un tono ensayístico, sin perder el impulso de trabajar el collage, la manipulación y la animación. Turin y Domus son dos aproximaciones distintas a la obra de Carlo Mollino, arquitecto, diseñador, fotógrafo y escritor italiano, amante de la aerodinámica, el esquí y los coches de carreras, personaje apasionante de los 50 cuyo vital idealismo se condensa en una famosa cita: “Todo es permisible con tal de que sea fantástico”. Vermette, en sus años como estudiante de arquitectura, encontró la horma de su zapato en las ideas de Mollino. Turin, poblada por formas triangulares (representación minimalista de una vivienda, o de una montaña alpina) y por las palabras de Mollino, es un retrato abstracto del personaje construido a base de recortar, pegar y rascar celuloide, y del uso de la técnica de la rayografía (no olvidemos, inventada por Man Ray). Domus nos conduce por la historia de Mollino a partir de su novela Vita di Oberon, donde cuenta la vida de un joven arquitecto que acaba de morir, trasunto de sí mismo en una autobiografía de hechos que aún no han ocurrido, que funciona también como manifiesto de sus ideas. La película es a la vez una proyección arquitectónica y una animación polifacética, como una muñeca rusa, del propio espacio de trabajo de Vermette, de su mesa de animación y de corte, del espacio de estudio que habitan tanto arquitectos como cineastas en las largas y solitarias horas que emplean en construir mundos a medida.
Vermette da un giro hacia nuevos terrenos cinemáticos en Ste. Anne, largometraje de ficción que ocupa el segundo programa. La casa, y también el terreno baldío donde la protagonista proyecta una futura vivienda, son parte de la espina dorsal de la película: la casa en la que no consigue quedarse, y la que sólo existe en la imaginación. En cierto modo, el pasado y el futuro que se funden. La película, protagonizada por la propia Vermette y por varios miembros de su familia, es una visión encantada y misteriosa del rural de Manitoba a través de las estaciones y de los colores que estas dibujan en la película. Y también de las gentes que lo habitan, en una búsqueda ancestral que va desde los encuentros comunitarios y en soledad con las mujeres de su pueblo, hasta la búsqueda de lo ya desaparecido en los álbumes de fotos que Renée, la protagonista, hojea una y otra vez. El carácter fragmentario de Ste. Anne está en su corazón y en la base de su construcción, siendo otra materialización, con distintos códigos formales, del espíritu collagista de Vermette. Se puede ver a Ste. Anne como una manera más de Vermette de enraizarse en su propio territorio, de intentar explicar en qué consiste ese magnetismo recio de Manitoba. Y también se la puede pensar como una manera intangible de construirse una casa en ese terreno baldío de sus antepasados, una casa intangible que ningún fuego ni contingencia puede destruir.