Drácula, príncipe de las tinieblas
Dracula: Prince of Darkness
Christopher Lee, Barbara Shelley, Andrew Keir, Francis Matthews, Suzan Farmer
- 87 min.
Dos parejas inglesas acuden en viaje de placer a una bucólica región en las montañas, un lugar que parece remoto y apenas poblado. Cuando el cochero que los conduce por un bosque se niega a continuar la ruta, deciden pasar la noche en un castillo. Allí los recibe un sospechoso sirviente, que dice cumplir los deseos de su finado maestro de acoger a los viajeros perdidos. El generoso anfitrión es el conde Drácula. Lo que no saben los huéspedes es que serán utilizados para ayudar a resucitar al vampiro, eliminado a manos de Van Helsing diez años antes.
Regreso de Christopher Lee a su Drácula ocho años después de la cinta que diera inicio a la saga, también con Fisher tras la cámara. Cambia el director de fotografía, ahora Michael Reed realiza una suntuosa composición en scope que saca más partido de los paisajes y de unos espectaculares decorados. Más barroca que su predecesora, a la par que directa, con un guion tan disparatado como mínimo y efectivo.
-
Terence Fisher / Christopher Lee: Drácula y otros monstruos
Drácula, príncipe de las tinieblas
Versión lingüística:VOSEFormato:DCP -
Terence Fisher / Christopher Lee: Drácula y otros monstruos
Drácula, príncipe de las tinieblas
Versión lingüística:VOSEFormato:DCP
- Ano:1966
- Países de producción: Reino Unido
- Guión: Jimmy Sangster
- Fotografía: Michael Reed
- Montaje: Chris Barnes
- Productora(s): Hammer Productions
Crítica del filme
Carlos F. Heredero (en Dirigido por, especial Hammer, abril 2004)
Hay que esperar al minuto cuarenta y cinco, pasado ya el ecuador de los ochenta y siete que integran el metraje total del film, para que Drácula haga su aparición en una breve secuencia: tres planos cortos, breves y consecutivos en su rostro envuelto en tinieblas, y un cuarto más prolongado, en suntuosa y tenebrosa panorámica hacia la izquierda, que acompaña al conde mientras éste se acerca a Helen -y a su sombra inmovilizada- para cubrirla con su capa antes de morderla. (...)
Debe saberse, como bien conocen los especialistas, que este Drácula no pronuncia ni una sola palabra en toda la película, que aparece tan sólo en cinco secuencias y en cuatro planos aislados de su rostro metido en el sarcófago, lo que no impide -a pesar de tan escueta intervención (apenas diez minutos de celuloide en movimiento)- que su elidida presencia se muestre aquí más feroz y animalizada que nunca. Este Drácula mudo que tiene los ojos inyectados en sangre renace de sus cenizas (que llevan diez años encerradas en una urna) gracias a la sangre de una víctima que ni siquiera es suya y se mueve como una alimaña. (...)
De su mano o, más bien, por invitación del suntuoso y elegante estilo visual de Fisher (que explora a fondo las posibilidades del encuadre en scope, que serena el frenesí sexual y sangriento de las secuencias de posesión y de muerte, que templa la gestualidad animal subyacente a la puesta en escena, que integra con secreta belleza la imaginería religiosa y el reno luciferino) nos adentramos en el territorio inasible del fantástico. (...)
La concatenación de ceremonias rituales y la confrontación de escenarios opuestos sostienen, como ha explicado José Maria Latorre, la arquitectura de este hermoso viaje a los dominios más inquietantes de «un universo entrecruzado de brumas, signos, locura, desviaciones sexuales y exaltados religiosos, agresivos y profanadores», trazado -de manera asombrosa- con el pulso elegante de un estilista capaz de filmar las convulsiones más sangrientas de la bestialidad y de la barbarie con tamizadas y sutiles pinceladas de cámara que consiguen expresar simultáneamente, en precario pero armónico y subyugante equilibrio, la amenaza acechante del horror y la belleza perturbadora de la transgresión.