Los osos no existen
No Bears / خرس نیست
Jafar Panahi, Mina Kavani, Naser Hashemi, Vahid Mobasheri, Bakhtiyar Panjeei, Mina Khosrovani, Bülent Keser, Sinan Yusufoglu, Reza Heydari, Narges Delaram, Javad Siyahi, Yousef Soleymani, Amir Davari, Darya Alei
- 107 min.
Dos historias de amor paralelas en las que las parejas se ven frustradas por obstáculos ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder.
La sola existencia de esta película es casi un milagro. Rodada en la clandestinidad por Jafar Panahi, poco antes de ser detenido y sentenciado a una pena de cárcel de 6 años, Los osos no existen es una obra mayor dentro de la filmografía del maestro iraní. Un monumento al compromiso del artista con su arte, la sociedad y la libertad de expresión. Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia 2022
- Ano:2022
- Países de producción: Irán
- Guión: Jafar Panahi
- Fotografía: Amin Jaferi
- Montaje: Amir Etminan
- Productora(s): JP Production
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Crítica de Sergi Sánchez en La Razón
Tráiler de Los osos no existen
Avance cinematográfico del filme
Un memorable Jafar Panahi nos envía una obra maestra desde la cárcel iraní
Luis Martínez (El Mundo)
(…) No Bears (…) se trata de una obra maestra tan triste, tan bella y tan clara que asusta. Se cuentan dos historias de amor, las dos imposibles. La primera de ellas discurre en la película documental que un director de cine encarnado por el propio Panahi rueda desde la distancia. Éste se encuentra en un pueblo de la frontera entre Irán y Turquía y vía internet da las órdenes a su equipo de Estambul sobre cuestiones tales como el ritmo, la forma y hasta el sentido del argumento. Recuérdese se trata de un documento, que no ficción, de una pareja que pretende desde Turquía escapar hacia la Europa. El otro relato se sitúa en el mismo pueblo en el que el personaje de Panahi se ve recluido. La ruptura de una boda pactada enfrenta a los enamorados con las tradiciones de la comunidad. Y una posible foto accidental del director es el centro de todas las disputas.
El único punto de contacto de las dos historias es el propio cineasta a la vez testigo de lo que ocurre muy lejos y de lo que sucede muy cerca. Él reconfigura con sus órdenes la película que se rueda al otro lado de la frontera y él puede sellar el destino de dos amantes si enseña la foto que demuestra su amor. Toda No Bears (“No hay osos”, sería la traducción como referencia de los miedos inventados que surgen en la oscuridad) discurre a la vez en la pantalla y fuera de ella. La película, como en sus trabajos anteriores, está ahí para discutir el sentido y profundidad de la imagen, del cine, de la propia conciencia transformada por lo que ve. Pero esta vez, la tragedia aparece como algo más que una posibilidad. Ahora todo es más oscuro, más duro, infinitamente más triste.
El resultado es, por una parte, la culminación de todo el cine que Panahi lleva a cabo desde que fue condenado a, precisamente, no hacer cine. Pero, por la otra parte (la más importante), toda la reflexión digamos metatextual es depositada en la superficie de la misma carne, en el dolor de unas vidas condenadas una y otra vez a estrellarse contra la arrogancia de las reglas impuestas, contra la brutalidad de lo dado, contra la irreflexión tozuda de un mundo tozudo. E irreflexivo. Lo que queda es una película como poco tremenda, por lo épico, pero también desconsoladamente triste. Admirable. Y libre. Sobre todo, empeñada hasta la angustia en ser libre.
La película se completó poco antes de que fuera Jafar Panahi fuera encarcelado con una condena de seis años. Es premonición y es, ya se ha dicho, obra maestra.